Como se exponen en la mayoría de manuales sobre Arqueología, la prospección es el método previo a la excavación; muestra las evidencias superficiales del posible hallazgo de un yacimiento enterrado en el subsuelo. Aunque la alteración superficial del terreno puede haber modificado la ubicación de este; hay que tener en cuenta que la presencia de restos materiales o artefactos en la superficie no siempre indica la existencia de un yacimiento. Por todo esto la técnica prospectiva conlleva ciertos métodos a interrelacionar. “La localización de yacimientos en el paisaje es un aspecto importante de la investigación arqueológica por su propio derecho, así como un requisito previo obvio para empezar cualquier proyecto de excavación. El trabajo puede usar la observación arqueológica anterior en un área para buscar más yacimientos en áreas adyacentes; o el empleo de técnicas como la fotografía aérea y la prospección superficial en sectores enteramente nuevos.” (Roskams, S. 2003).
La primera parte del trabajo arqueológico tiene que ver con la localización del lugar donde se va a intervenir. Si es un espacio abierto, se aplicarán todas aquellas técnicas de prospección que permitan examinar visualmente el área; es muy importante prestar especial atención a las posibles transformaciones en el paisaje –naturales e intencionales-y procurar hallar indicios que permitan ubicar la fosa tanto por depresiones o elevaciones del terreno, cambios en la vegetación o en la coloración de los sedimentos, etc. Todo el proceso ha de ser documentado por medio de puntos georeferenciados (Leiva, D. 2007).
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